«El Retorno del Rey» – Ton van der Kroon

Recientemente leí esta entrevista, que incrusto más abajo, a Ton van der Kroon en la revista Athanor, una excelente publicación de contenidos de nueva conciencia, y me pareció extremadamente interesante el trabajo que está llevando a cabo este hombre. Acaba de publicar un libro llamado El Retorno del Rey. Dado que me encuentro investigando y experimentando el viaje del héroe, reconozco en el camino la fase de la reconcilización con el padre (o figura de autoridad), de la cual nos habla J. Campbell, y sin duda, el título de este libro es muy sugerente acerca del reencuentro con la propia autoridad interna, el propio Rey.Para aquellos que se encuentren en entre otras fases, en el Rencuentro con el Padre y sean hombres, este artículo, libro y profesional, puede ser de ayuda para estos momentos del camino. Lástima que su trabajo esté únicamente en Holandés, ya que no puedo entender su página: www.tonvanderkroon.nl

Ton Van der Kroon ha viajado a Estados Unidos, Rusia, Egipto, Sudáfrica y la India para profundizar en las antiguas tradiciones espirituales y chamánicas. Entró en contacto con los indios Hopi y Jaqui, con los derviches danzantes de los sufíes y con muchos profesores tradicionales y modernos. Ha estudiado el misticismo y la mitología occidentales, la historia de los cátaros, el conocimiento sobre María Magdalena y el mito del Santo Grial. El papel de la diosa, o la imagen femenina de Dios, así como la relación hombre-mujer, el trabajo con arquetipos, los juegos y relatos tienen un importante papel en su trabajo.

Por medio de Robert Bly entró en contacto con la historia de El Salvaje y el trabajo de desarrollo personal masculino. En 1991 comenzó en Holanda donde ha impartido muchos seminarios y conferencias. Desde 2003 también realiza seminarios en la franja de Gaza. En 1996 publicó El Retorno del Rey, acogido con entusiasmo en Holanda y Alemania, donde van por la sexta y cuarta edición respectivamente. En la actualidad, cuenta con cinco libros más y es autor de artículos en la prensa de su país.

Según este autor, son 10 las cualidades de un hombre de hoy:

  1. Tiene los pies en el suelo y es auténtico.
  2. Sabe combinar su fuerza y su vulnerabilidad.
  3. Respeta tanto lo masculino como lo femenino.
  4. Sabe ser un rey, un guerrero, un loco y un amante.
  5. Se siente cómodo con su sexualidad y es consciente de que es sagrada.
  6. Respeta su destino y sigue su camino con el corazón.
  7. Puede ser salvaje, pero nunca agresivo o despiadado.
  8. Sabe cómo ser gentil y compasivo.
  9. Respeta toda forma de vida, las diferentes culturas, las religiones y todas las diferencias, porque sabe que en definitiva, todos somos Uno.
  10. Es guardián y cuidador de la tierra, así como de todos los seres vivos.

Ton Van der Kroon, precursor del desarrollo personal masculino en Holanda, presenta un mapa para recorrer el camino que permita conseguir, que los hombres encuentren de nuevo su sitio, que el Rey retorne. El autor va a la búsqueda de una nueva imagen de masculinidad: un hombre que esté orgulloso de ser quien es, que pueda ser tanto enérgico como compasivo. Un hombre que se conozca a sí mismo y que se atreva a estar en el mundo. “En los últimos veinte años, he impartido seminarios para hombres en Holanda, Bélgica, Rusia e Inglaterra, y los últimos seis años también a hombres palestinos de la franja de Gaza, y en esencia he descubierto que todos somos iguales. Todos tenemos “tema” con las mujeres, las relaciones, el sexo. Todos buscamos una vida con significado, un trabajo que nos entusiasme, respeto y reconocimiento. Todos tenemos nuestras propias heridas del pasado: ofendidos, abandonados, incomprendidos. Todos”, explica el autor.

¿Qué es lo que quieren los hombres en el fondo de sí mismos? ¿Qué cosas ya no les hacen felices? ¿De qué tienen que desprenderse? ¿Cuál es su papel como hombres, en la familia y en la sociedad? En suma, ¿qué significa la masculinidad sana? Desde luego, no es la del macho, que carece de cualquier sentimiento y se precia de una imagen anticuada y autoritaria, pero tampoco la del hombre blando, que se sume en sus emociones y ya no sabe lo que quiere o que no es capaz de actuar, responde Van der Kroon, quien allana el camino para responder a estas preguntas y muchas otras desde su propia vivencia.

Líderes desde el corazón

Sin lugar a dudas, vivimos días que exigen un nuevo liderazgo masculino, pero no ejercido desde el poder de la fuerza, sino desde el corazón. Hace siglos, milenios, nuestra cultura sofocó por completo el papel de la mujer en la sociedad y la mantuvo sojuzgada hasta hoy. Pero esa transformación no sólo terminó con el poder de la mujer, sino que también aniquiló el lado femenino que reside en los hombres; la sensibilidad, la empatía y la búsqueda del placer verdadero se vieron sustituidos por la fuerza, la falta de comunicación y el disfrute superficial y pasajero.

En nuestra sociedad, muchos hombres se encuentran en algún punto de esta búsqueda. Hacen su descenso en silencio. Se trata de un camino doloroso, a menudo causado por una enfermedad, un despido o un divorcio. Mientras que el movimiento de la mujer se dirige hacia arriba y hacia afuera, y cada vez se hace más visible, el movimiento del hombre va hacia abajo y hacia el interior. A causa de este movimiento opuesto  las mujeres caminan por delante y están mucho más presentes. Pero ambos sexos deben hacer su propio camino. La mujer tiene que recuperar el poder que le fue quitado. En cambio, los hombres tendrán que perder el suyo. Su posición, su poder, su dinero, su amor propio están en peligro. Morir para poder nacer de nuevo. El proceso de iniciación está en marcha de manera invisible, pero también irreversible.

Como punto de partida de este viaje, Van der Kroon toma siete arquetipos que están presentes en la literatura occidental, el santo, el mago, el bufón, el rey, el guerrero, el amante y el salvaje, y nos muestra su relación con los siete chakras que la tradición oriental identifica con los centros de energía de nuestro cuerpo. Así, la mente se refleja en el cuerpo y viceversa.

Las indicaciones para ese camino nos las ofrece a partir de mitos y relatos que jalonan la historia cultural y literaria de Occidente desde los griegos hasta nuestros días. Las leyendas de los pueblos germánicos, la búsqueda del Santo Grial, las aventuras de los caballeros de la mesa redonda o de Robin Hood, Matrix o El Señor de los Anillos, todas ellas reflejan algo que preocupa a los hombres, y no es otra cosa que precisamente El retorno del rey, la vuelta a la verdadera esencia masculina que les permita vivir con equilibrio y recuperar la seguridad para actuar desde el corazón.

La editorial:

Vesica Piscis nació con el nuevo milenio, en el año 2000, de manos de Robert Munck y Sylvie Duran, con temas sobre espiritualidad, new age y crecimiento personal. Sin perder de vista ese legado, la editorial ha dado un paso más, comprometiéndose con el cambio y la evolución social.

En 2010 se creó Vesica Piscis Evolucionaria, una colección dedicada a difundir una visión emergente del nuevo paradigma, consistente en la creación de economías y sociedades que sean más justas, sostenibles y plenamente humanas.

Los autores escogidos por la editorial se sitúan a la vanguardia del pensamiento en temas de cambio social, innovación, evolución y consciencia, como Rupert Sheldrake, autor La mente extendida, mundialmente conocido por sus trabajos sobre los campos mórficos, o Fred Alan Wolf, el físico ‘loco’ de la película ya de culto sobre física cuántica, Y tú que sabes… Algunos de sus títulos más vendidos han sido La Mafia Médica (Ghislaine Lanctot) y La mujer que se sueña a sí misma (Pamela A. Field).

Editorial: Vesica Piscis Evolucionaria
ISBN: 978-84-936399-6-9
PVP: 15 euros
221 Páginas

Fuente: Despertar Integral

East Meets West on Evolution’s Border

By Matthew Gilbert

The official theme of the third annual Science and Nonduality conference was “On the Edge of Time,” but the unofficial narrative was about time running out on the flat-earth paradigms of our day: the world works like a machine, consciousness follows matter, our lives are essentially meaningless, we are in this thing alone. Indeed, in listening to the many voices representing both science and spirituality, it was clear that while there is no ultimate agreement on the nature of nonduality—“essential unity” in the Advaita tradition of Hindu philosophy—there was near unanimous recognition that a new era for humanity is emerging, and evolving around our innate interconnectedness. It’s an awkward emergence, to be sure, like the first faltering steps of a child learning to walk, but animated by unstoppable forces.

Image © dreamstime | Rolffimages

“The next Buddha is the sangha,” Vietnamese poet-activist Thich Nhat Hanh is quoted as saying, implying that the future of the planet depends on the awakening of the many, not the heroic efforts of the few (sangha refers to a community of spiritual practitioners). From the convulsive initiation of Arab Spring to the still amorphous Occupy Wall Street movement (now “the 99 percent”), the impulse for change is spreading rapidly and widely, like a benevolent virus fighting off the antibodies of outdated belief systems.

Speaker after speaker invoked how entangled we all are, from the micro to the macro, from the cellular to the cosmic. Those whose worldviews are rooted in ancient spiritual traditions cited the mystical texts and teachers of their religions: Rabbi David Cooper spoke of the mysticism of the Kabbalah, which declared “It gave rise to God, to heaven, and to earth.” Llewelyn Vaughn Lee recalled an ancient Sufi saying about the yearning for the Divine: “I am he who I love, and who I love is me.” Father Richard Rohr reminded us of Jesus’s caution, “As you do unto others, you do unto me.” And Buddhist teacher-activist David Loy brought forth the Vedantic saying, “All is self.”

When considered beyond their clichéd familiarity, these are remarkable statements. And perhaps even more remarkable is the movement of science toward similar conclusions. Physicist-meditator John Hagelin calmly proposed that “the structure of the superstring [theory in physics] corresponds exactly to the structure of pure consciousness,” and he showed dozens of slides to make his point. IONS’ Dean Radin presented seventy-five years of psi research, with average effect sizes equal to and even greater than what normally qualifies as evidential validity—we are, indeed, entangled. [Go here for Dean’s latest experiment.] Eminent physicist Menas Kafatos fluently entwined the concepts of quantum mechanics with ancient Eastern thought while noting that Sir Isaac Newton wrote extensively about mysticism. And on it went.

Granted, there is as much speculation on the side of science as there is faith on the side of the spiritual, but is it a coincidence that these dualities of belief and ontology are inexorably moving closer together at this time (remember Fritjof Capra’s The Tao of Physics)? Although consciousness comes first in the East and last in the West, these two central paradigms seem to be spiraling together like strands of DNA in a dance of evolutionary creativity. And to what purpose? According to science writer Lynn McTaggart, spiritual teacher Andrew Cohen, integral theorist Ken Wilber, David Loy, and others at the conference, it’s the ineffable pull toward wholeness and connection in which we are waking up to our role as active agents. Does that suggest an intelligently designed universe? And who, or what, is the designer?

And yet for all the high-minded and inspirational talk, I leave the final, simpler words to nonduality teacher Rupert Spira, who reminded us that while we live in a world of swirling chaos, uncertainty, creativity, and emergence, the real action is in the now: “If the past and the future are never experienced other than by a thought occurring now, what does that say about time? And when we do not resist what is, when we do not seek what is not, we are…happy.”

Fuente: noetic

Científicos confirman que los trances hipnóticos son reales

Científicos escandinavos comprueban que la hipnosis es un estado real de la mente humana y no mera sugestión.

Muchas personas se mantiene su escepticismo frente a la hipnosis, creyendo que se trata de una práctica seudocientífica o una combinación de relajación, visualización y del poder de la sugestión.

Un grupo de científicos de Finlandia y Suecia, sin embargo, ha encontrado evidencia de que los trances hipnóticos son reales y conforman un estado único de conciencia, que no puede ser imitado o falsificado por los nos-hipnotizados y el cual algunos hipnotistas  pueden activar y desactivar usando una palabra como switch.

La clave parece estar en la mirada vidriosa característica de este estado. El estudio fue realizado en un paciente que puede ser hipnotizado y deshipnotizado usando una sola palabra, cambiando de estado en apenas unos segundos.

Usando tecnología de eye-tracking (registro de la mirada) de alta resolución y un “oculomotor” que detona respuestas oculares automáticas, los investigadores descubrieron que la mirada vidriosa característica de la hipnosis está acompañada de cambios medibles en los reflejos automáticos de los ojos, mismos que no pueden pacientes no hipnotizados son incapaces de imitar.

Esto sugiere que la hipnosis no debe ser considerada como un estado meramente imaginario, sino como algo tangible y desde una óptica científica. Todo lo cual abre un interesante campo de estudio para la psicología y la neurociencia, disciplinas que deberán explorar la hipnosis como parte importante de la conciencia humana.

[Disinfo]

Fuente: pijamasurf

Snatam Kaur – «Mul Mantra»

EK ONG KAR, SAT NAM, KARTA PURKH, NIRBHAO, NIRVAIR AKAL MOORT, AJUNI, SAI BHANG, GUR PRASAD, JAP AD SUCH, JUGAD SUCHIHE SUCH, NANAK HOSI BEE SUCH

Su significado en castellano es:
El Creador de Todo es Uno, Verdad es su nombre, Hacedor de Todo, Sin miedo, sin ira, sin venganza, Inmortal, Nonato, Iluminado a sí mismo, Todo se conoce por la Gracia. Medita: Él era Verdad en el Principio, Él era Verdad a través del tiempo, Él es Verdad hoy, ¡Oh Nanak! Él siempre será verdad.

Fuente: necronomicosas
Fuente: SikhiWiki
Fuente: Kundalini Yoga Terrassa

Extracto del libro «War of the Worldviews: Science vs. Spirituality»

Ed. Note: As (the short version of) the story goes, Deepak Chopra was speaking at a California Institute of Technology event and afterward was approached by a fellow who “offered to teach him about quantum physics.” The fellow was Leonard Mlodinow, a well-traveled physicist, former professor at Caltech, former Hollywood writer and computer game designer, and now a full-time author. This initial confrontation began an exchange that led to War of the Worldviews, a dialogue of respectful disagreement on a wide range of topics, from whether the universe is conscious to the roots of our humanity and the connection between mind and brain. What follows is an abridged excerpt of their opening comments. (To watch a new series of video Q/As on these topics, go to DeepakChopra.com or Chopra’s Global YouTube Channel.)


“Which worldview is right? Does science describe the universe, or do ancient teachings like meditation unravel mysteries that are beyond the worldview of science?” —War of the Worldviews

Deepak Chopra

If it is going to win the struggle for the future, spirituality must first overcome a major disadvantage. In the popular imagination, science long ago discredited religion. Facts replaced faith. Superstition was gradually vanquished. That’s why Darwin’s explanation of man’s descent from lower primates prevails over Genesis and why we look to the big bang as the source of the cosmos rather than to a creation myth populated by one or more gods.

So it’s important to begin by saying that religion isn’t the same as spirituality—far from it. Even God isn’t the same as spirituality. Organized religion may have discredited itself, but spirituality has suffered no such defeat. Thousands of years ago, in cultures across the globe, inspired spiritual teachers such as the Buddha, Jesus, and Lao- Tzu proposed profound views of life. They taught that a transcendent domain resides beyond the everyday world of pain and struggle. Although the eye beholds rocks, mountains, trees, and sky, this is only a veil drawn over a vast, mysterious, unseen reality. Beyond the reach of the five senses lies an invisible realm of infinite possibility, and the key to unfolding its potential is consciousness. Go within, the sages and seers declared, and you will find the true source of everything: your own awareness.

It was this tremendous promise that religion failed to deliver on. [I]f the kingdom of God is within, as Christ declared, if nirvana means freedom from all suffering, as the Buddha taught, and if knowledge of the cosmos is locked inside the human mind, as the ancient rishis, or sages, of India proposed, we cannot look around today and say that those teachings bore fruit. Increasingly few people worship in the old ways around the world, and even as their elders lament this decline, those who have walked away from religion no longer even need an excuse. Science long ago showed us a brave new world that requires no faith in an invisible realm.

Science celebrates its triumphs, which are many, and excuses its catastrophes, which are also numerous—and growing. The atomic bomb delivered us into an age of mass destruction that brings night terrors just to contemplate. The environment has been disastrously disrupted by emissions spewing from the machines that technology gives us to make life better. Yet supporters of science shrug off these threats as either side effects or failures of social policy. Morality, we are told, isn’t the responsibility of science. But if you look deeper, science has run into the same problem as religion. Religion lost sight of humility before God, and science lost its sense of awe, increasingly seeing Nature as a force to be opposed and conquered, its secrets stripped bare for the benefit of humankind. Now we are paying the price. When asked if Homo sapiens is in danger of extinction, some scientists offer hope that within a few hundred years space travel will be advanced enough to let us abandon the planetary nest we are fouling. Off we go to spoil other worlds!

We all know what’s at stake: the foreseeable future looms grimly over us. The standard solution for our present woes is all too familiar. Science will rescue us with new technology—for restoring the environment, replacing fossil fuels, curing AIDS and cancer, and ending the threat of famine. Name your malady, and there’s someone to tell you that a scientific solution is just around the corner. But isn’t science promising to rescue us from itself? And why is that a promise we should trust? The worldview that triumphed over religion and that looks upon life as essentially materialistic has set us on a path that leads to a dead end. Literally.

Religion cannot resolve this dilemma; it had its chances already. But spirituality can. We need to go back to the source of religion. That source isn’t God. It’s consciousness. The great teachers who lived millennia ago offered something more radical than belief in a higher power. They offered a way of viewing reality that begins not with outside facts and a limited physical existence but with inner wisdom and access to unbounded awareness. The irony is that Jesus, the Buddha, and the other enlightened sages were scientists too. They had a way of uncovering knowledge that runs exactly parallel to modern science. First came a hypothesis, an idea that needed testing. Next came experimentation to see if the hypothesis was true. Finally came peer review, offering the new findings to other researchers and asking them to reproduce the same breakthrough.

The spiritual hypothesis that was put forward thousands of years ago has three parts:

1. There is an unseen reality that is the source of all visible things.
2. This unseen reality is knowable through our own awareness.
3. Intelligence, creativity, and organizing power are embedded in the cosmos.

This trio of ideas is like the Platonic values in Greek philosophy, which tell us that love, truth, order, and reason shape human existence from a higher reality. The difference is that even more ancient philosophies, with roots going back five thousand years, tell us that higher reality is with us right here and now. Its researchers were brilliant—the very Einsteins of consciousness. Anyone can reproduce and verify their results, as with the principles of science. More important, the future that spirituality promises—one of wisdom, freedom, and fulfillment—hasn’t vanished as the age of faith declined. Reality is reality. There is only one, and it’s permanent. This means that at some point the inner and outer worlds must meet; we won’t have to choose between them. That in itself will be a revolutionary discovery, since the dispute between science and religion has persuaded almost everyone that either you face reality and deal with the tough questions of everyday life (science), or you passively retreat and contemplate a realm beyond everyday life (religion).

This either/or choice was forced on us when religion failed to deliver on its promises. But spirituality, the deeper source of religion, hasn’t failed and is ready to meet science face-to-face, offering answers consistent with the most advanced scientific theories. Human consciousness created science, which ironically is now moving to exclude consciousness, its very creator! Surely this would leave us with worse than an orphaned and shrunken science—we’d inhabit an impoverished world.

It has already arrived. We live in a time of rude atheism, whose proponents deride religion as superstition, illusion, and a hoax. But their real target isn’t religion; it’s the inner journey. I am less concerned with attacks on God than I am with a far more insidious danger: the superstition of materialism. To scientific atheists, reality must be external; otherwise their whole approach falls apart. If the physical world is all that exists, science is right to mine it for data.

But here the superstition of materialism breaks down. Our five senses encourage us to accept that there are objects “out there,” forests and rivers, atoms and quarks. However, at the frontiers of physics, where Nature becomes very small, matter breaks down and then vanishes. Here, the act of measuring changes what we see; every observer turns out to be woven into what he observes. This is the universe already known to spirituality, where passive observation gives way to active participation, and we discover that we are part of the fabric of creation. The result is enormous power and freedom.

Just because religion didn’t succeed doesn’t mean that a new spirituality, based on consciousness, won’t. We need to see the truth, and in the process we will awaken the profound powers that were promised to us thousands of years ago. Time awaits. The future depends on the choice we make today.

Leonard Mlodinow

Children come into the world believing it all revolves around them, and so did humanity. People have always been anxious to understand their universe, but for most of human history, we hadn’t yet developed the means. Since we are proactive and imaginative animals, we didn’t let the lack of tools stop us. We simply applied our imagination to form compelling pictures. These pictures were not based on reality but were created to serve our needs. We would all like to be immortal. We’d like to believe that good triumphs over evil, that a greater power watches over us, that we are part of something bigger, that we have been put here for a reason. We’d like to believe that our lives have an intrinsic meaning. Ancient concepts of the universe comforted us by affirming these desires. Where did the universe come from? Where did life come from? Where did people come from? The legends and theologies of the past assured us that we were created by God, and that our earth was the center of everything.

Today science can answer many of the most fundamental questions of existence. Science’s answers spring from observation and experiment rather than from human bias or desire. Science offers answers in harmony with nature as it is, rather than nature as we’d like it to be.

The universe is an awe-inspiring place, especially for those who know something about it. The more we learn, the more astonishing it seems. Newton said that if he saw further it was because he stood on the shoulders of giants. Today we can all stand on the shoulders of scientists and see deep and amazing truths about the universe and our place in it. We can understand how we and our earth are natural phenomena that arise from the laws of physics. Our ancestors viewed the night sky with a sense of wonder, but to see stars that explode in seconds and shine with more light than entire galaxies brings a new dimension to the awe. In our day, a scientist can turn her telescope to observe an earthlike planet trillions of miles away or study a spectacular internal universe in which a million million atoms conspire to create a tiny freckle. We know now that our earth is one world among many and that our species arose from other species. Science has revealed a universe that is vast, ancient, violent, strange, and beautiful, a universe of almost infinite variety and possibility, one in which time can end in a black hole and conscious beings can evolve from a soup of minerals. In such a universe it can seem that people are insignificant, but what is significant and profound is that we, ensembles of almost uncountable numbers of unthinking atoms, can become aware and understand our origins and the nature of the cosmos in which we live.

Deepak feels that scientific explanations are sterile and reductive, diminishing humankind to a mere collection of atoms, no different in kind from any other object in the universe. But scientific knowledge does not diminish our humanity any more than the knowledge that our country is one among many diminishes our appreciation of our native culture. In fact, the opposite is closer to the truth. Emotion, intuition, adherence to authority—traits that drive the belief in religious and mystical explanation—are traits that can be found in other primates and even in lower animals. But orangutans cannot reason about the angles in triangles, and macaque monkeys do not look to the heavens and wonder why the planets follow elliptical paths. It is only humans who can engage in the wondrous processes of reason and thought called science, only humans who can understand themselves and how their planet got here, and only humans who could discover the atoms that form us.

The triumph of humanity is our capacity to understand. It is our comprehension of the cosmos, our insight into where we came from, our vision of the place we occupy in the universe, that sets us apart. A by-product of this scientific understanding is the power to harness nature for our benefit or, it is true, to employ it to our detriment. The particular ethical and moral choices people make depend on human nature and human culture. People dropped boulders on their enemies long before they understood the law of gravity. And they spewed filth into the skies long before they understood the thermodynamics of burning coal.

Promoting good and avoiding evil is the charge of organized religion and spirituality. It is those enterprises—not science—that have often failed to deliver on their promise. Eastern religions did not prevent a history of brutal warfare in Asia, nor did Western religions pacify Europe. In fact, more people have been slaughtered in the name of religion than by all the atomic weapons made possible by modern physics. From the Crusades to the Holocaust, in addition to being a tool of goodness and love, religion has been employed as a tool of hatred. Deepak’s universalist and peaceful approach to spirituality is therefore a welcome alternative. But Deepak’s metaphysics goes beyond spiritual guidance to offer views on the nature of the universe. Deepak’s belief that the universe is purposeful and imbued with love may be attractive, but is it correct?

He contrasts the visible, or detectable, universe studied by science with an implicitly superior but invisible “realm of infinite possibility” that lies beyond our senses, a “transcendent domain” that is the source of all visible things. Deepak argues passionately that only by accepting this realm can science grow beyond its limits and help save the world. But arguing that such a realm can expand the limits of science, that it can help humanity, or that ancient sages taught about it doesn’t make it true.

I do not suggest that science is perfect. Deepak says that science has never achieved pure objectivity, and he is right. For one, the concepts employed in science are concepts conceived by the human brain. Aliens with different brain structures, thought processes, and sense organs might view matter in completely different but equally valid ways. And if there is a certain kind of subjectivity to our concepts and our theories, there is also subjectivity in our experiments. In fact, experiments that have been done on experimenters show that there is a tendency for scientists to see what they want to see and to be convinced by data they wish to find convincing. Yes, scientists and science are fallible. Yet all these are reasons not to doubt the scientific method, but to follow it as scrupulously as possible.

One can’t expect science to answer all the questions of the universe. There may well be secrets of nature that will remain forever beyond the outer limits of human intelligence. Other questions, such as those regarding human aspirations and the meaning of our lives, are best viewed from multiple perspectives, both scientific and spiritual. These approaches can coexist and respect each other. The trouble arises when religious and spiritual doctrine makes pronouncements about the physical universe that contradict what we actually observe to be true.

To Deepak, the key to everything is the understanding of consciousness. It is true that science has only begun to address that question. How do those unthinking atoms we are made of conspire to create love, pain, and joy? How does the brain create thought and conscious experience? The brain contains more than a hundred billion neurons, roughly the number of stars in a galaxy, but the stars hardly interact, while the average neuron is plugged into thousands of others. That makes the human brain far more complex and difficult to fathom than the universe of galaxies and stars and is one reason we have made great leaps in our understanding of the cosmos, while knowledge of ourselves proceeds at a relative crawl. Is that a sign that our minds cannot be explained?

It is shortsighted to believe that because science today cannot explain consciousness, consciousness must lie beyond science’s reach. But even if the origin of consciousness is too complex to be fully grasped by the human mind, that is not evidence that consciousness resides in a supernatural realm. In fact, though the question of how consciousness arises remains a puzzle, we have plenty of evidence that consciousness functions according to physical law. For example, in neuroscience experiments, thoughts, feelings, and sensations in subjects’ minds—the desire to move an arm, the thought of a specific person like Jennifer Aniston or Mother Teresa, and the craving for a Snickers bar—have all been traced to specific areas and activities in the physical brain. Scientists have even uncovered what they call “concept cells,” which fire whenever a subject recognizes a concept, such as a specific person, place, or object. These neurons are the cellular substrate of an idea. They will fire, say, each time a person recognizes Mother Teresa in a photo, no matter what her dress or pose. They will even fire if the subject merely sees her name spelled out in text.

Science can answer the seemingly intractable question of how the universe came into being, and there is reason to believe that science will eventually be able to explain the origins of consciousness too. Science is an ever-advancing process, and the end is not in sight. If at some future date we are able to explain the mind in terms of the activity of a universe of neurons, if all our mental processes do prove to have their source in the flow of charged ions within nerve cells, that would not mean that science denies the worth of “love, trust, faith, beauty, awe, wonder, compassion, truth, the arts, morality, and the mind itself.” To explain something is not to diminish or deny its worth. It is also important to recognize that even if we consider a scientific explanation of our thought processes (or anything else) aesthetically or spiritually unsatisfying or unpalatable, that does not make it false. Our explanations must be guided by truth; truth cannot be adjusted to conform to what we want to hear.


Excerpted from War of the Worldviews: Science vs. Spirituality, © 2011 by Deepak Chopra & Leonard Mlodinow. Reprinted by Permission of Harmony, an imprint of the Crown Publishing Group, a division of Random House, Inc., New York.

Fuente: Noetic Now Journal

Resumen de las Jornadas Integrales

Este fin de semana se han celebrado las novenas Jornadas Integrales en el aula magna que amablemente ha cedido a tal fin la Escuela Nacional de Medicina del Trabajo, en la Ciudad Universitaria Complutense de Madrid. Las jornadas han girado en torno a cómo la teoría integral puede representar una alternativa a los paradigmas postmodernos caracterizados por el relativismo, un igualitarismo inoperante y la falta de sentido en lo social, así como por el individualismo y el narcisismo en lo referente al individuo. Frente a ello lo integral postula el sentido de la evolución del cosmos, la sociedad y de la subjetividad humana hacia mayores cotas de realización, creatividad, libertad, solidaridad y empatía.

El evento fue articulado por el Dr. Leontino García que con su encantador talante condujo el desarrollo de las jornadas en colaboración con Javier Arranz presidente de la Asociación Integral Española. Es de mencionar que las Jornadas se emitieron por primera vez en directo por Internet mediante la colaboración de Alberto J. Revolware aprovechando el estupendo ancho de banda que el Instituto de Salud Carlos III prestó al evento. Tras la bienvenida del Dr. Jerónimo Maqueda, director de la ENMT, David González Raga guió una primera sesión demindfulness que nos condujo al núcleo del momento y que fue tan inspiradora como las otras que guió en todas las jornadas. Alejandro Villar hizo seguidamente, un repaso a los paradigmas postmodernos, lo que suscitó un interesante debate sobre jerarquía y asamblea en los movimientos sociales recientes, debate que péndulo sobre las jornadas a lo largo de su desarrollo y que se han visto marcadas indefectiblemente por las inquietudes del 15M. En esta línea es de mencionar que el siguiente ponente, Cristóbal Cervantes, está él mismo plenamente implicado desde sus comienzos con las movilizaciones. Cristóbal presentó el libro que ha editado para Kairos de título Espiritualidad y Política del que se contó con las primeras copias de la tirada, vaticinándose como material de referencia para profundizar en el debate que estas jornadas han abierto. A continuación se tuvo el World Café en el que se formaron grupos para debatir sobre el tema de la postmodernidad y la teoría integral como su respuesta, que representaría así una visión post-postmoderna. Después Joe Yaki Pérez muy ligado al entorno integral alemán –si bien él reside y es oriundo de Zaragoza- dio una visión del estado del movimiento integral en Alemania y USA relacionándolo de forma muy integradora con los sucesos de la primavera árabe dado que él mismo se trasladó a Egipto para participar en el proceso de la plaza de Tahir.

Tras la comida habló, mediante videoconferencia desde California, Mark Forman sobre los métodos para potenciar una evolución integral desde el postmodernismo y que fue traducido por Stuart McNichols, dinamizador de un salón de debate sobre filosofía integral en Ourense. Después Joan Melé de Triodos Bank nos sedujo con su llamado por una nueva economía con espíritu que al mismo tiempo nutriese al cuerpo social como la sangre al cuerpo físico. Acto seguido Raquel Torrent fundadora de la Asociación Integral Española e inspiración para el movimiento integral hispano, entrevistó a Ken Wilber siguiendo las preguntas que los asistentes habían sugerido. La entrevista evidenció una vez más, la energía que Wilber destila a pesar de que su enfermedad va minándo su salud progresivamente. Fue especialmente emocionante cuando Wilber se negó a dar una interpretación de los acontecimientos de las Primaveras Árabes y de la #SpanishRevolution por no disponer de información adecuada para ello, lo que evidenció las limitaciones de su estado de salud mientras que denotaba una gran humildad y una gran sabiduría por reconocer los límites que la vida impone incluso a intelectos tan brillantes como el suyo el cual, en determinados períodos, ha leído y procesado varios libros al día para poder concluir algunos de sus ensayos.

Posteriormente Luis Paniagua tocó la lira griega de caparazón de tortuga y cuernos de impala, auténtico vestigio que recrea un arte que determina toda nuestra cultura occidental. Él llegó a arrancar lágrimas con su “Papaito Nuestro”, canción que ofreció en primicia al congreso. Esta pieza es una hermosura que emana un desgarro sólo superado con el abandonarse en el devenir de la energía vital.

El domingo empezó con la charla de Ignacio Gallego, ciberactivista de los primeros, que planteó el significado trascendente de Internet como conciencia ampliada de la humanidad pero reconociendo los peligros de que se convierta para las personas en un sucedáneo de las necesidades de relaciones humanas auténticas. Después Dennis Wittrock expuso la metodología Holacracy ™ que se está utilizando con gran éxito para ajustar la marcha de las organizaciones a los cambios que experimentan dentro y fuera de ellas mismas en cada momento y como forma exitosa de canalizar las tensiones que ello provoca.

El World Café del día, de título “¿y ahora qué?”, versó sobre cómo canalizar las ilusiones de participación e implicación que gran número de los asistentes habían mostrado, concluyéndose la importancia de articular tres niveles:

  • Dinamización de salones integrales, en centros cívicos de Barcelona, ateneos y algún local en el entorno de Puerta del Sol, en dónde debatir sobre teoría integral.
  • Coordinar grupos de Práctica Integral de Vida, con sus diferentes módulos esenciales: corporal, cognitivo, autorrealización y psicológico; y auxiliares: ético, profesional, relaciones creatividad. A tal efecto se recogieron datos de las personas interesadas, iniciativa a la que todavía estáis a tiempo de sumaros en su diseño y puesta en marcha escribiendo a voluntariado@asociacionintegral.es , la idea es usar de guía el libro de Terry Patten La Práctica Integral de Vida.
  • Coordinar encuentros telemáticos periódicos de la comunidad integral de cara a ir estrechando lazos y apoyo mutuo de desarrollo personal.

También se vió la conveniencia de mantener informado a Wilber de los últimos movimientos sociales de nuestro entorno, tanto del 15M como de la Primavera Árabe para que pueda aportar su interpretación que seguramente será certera y fructífera; para esta iniciativa se prestaron varias personas implicadas en dichos movimientos que Raquel Torrent coordinará para sacar un documento sucinto que remitir a Ken Wilber. Así mismo se mencionó la posibilidad de crear un grupo de traductores de material de la temática que nos ocupa y otro de transcripción de ponencias de Jornadas anteriores con el objeto de facilitarlas en formato texto, si alguien está interesado póngase en contacto con voluntariado.

Finalizamos cantando con Luis Paniagua vocales y armónicos, práctica que exige un importante control de la respiración y que es de gran utilidad para la liberación del stress, y muy energizante tal como quedó de manifiesto por la gran alegría y alto grado de motivación con que terminaron las jornadas.

Justo a la salida arrancó, tras meses de sequía, una lluvia que todavía ahora bendice los campos de la meseta central española. Desde aquí nuestro agradecimiento y cálido saludo a quienes han apoyado, a organizadores, a participantes, y en especial a socios y socias de la A.I.E. que con su apoyo económico hacen posibles las jornadas; también a Vicente, Raquel G. Calderón y Angel Estévez de la ENMT, Rocio y Alonso que pusieron el sonido y al resto de los miembros de la junta de la AIE, Andrea Tomás, Pablo Nebreda y muy especialmente a Juana Fabián que remontó importantes adversidades para apoyar las jornadas con la misma dedicación y alegría con la que nos tiene acostumbrados.

Fuente original: http://jornadas.asociacionintegral.es/

Debo añadir una mención especial al trabajo realizado por Alberto Revolware por liderar estas jornadas y mimarlas hasta el detalle.

Fuente: Ondas en la Superficie del Ser

La neurobiología de las narrativas (o cómo contar historias es crear realidades)

La capacidad que tienen las narrativas de moldear el mundo es estudiada incluso por la agencia militar DARPA… Un análisis neuropolítico muestra que la realidad colectiva que vivimos es una construcción basada en el lenguaje y que si queremos transformar nuestra realidad debemos de transformar nuestra narrativa

Probablemente la gran aportación del pensamiento filosófico de la última mitad del siglo veinte fue estructurar –y ahondar en– la noción de que el lenguaje construye la realidad que experimentamos. Desde la famosa frase de Wittgenstein de “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” a la incansable desprogramación de Carlos Castaneda, bajo la máxima de que la descripción del mundo que nos hacemos se convierte en el mundo que percibimos, el psicoanálisis lacaniano o los túneles de realidad de Robert Anton Wilson (por sólo citar algunos ejemplos), se consolida en la conciencia humana una idea que pertenece a la tradición oculta de la magia. Esta inseminación psíquica colectiva –de la realidad como un constructo lingüístico– se refuerza con los lenguajes de programación informática –en los que percibimos directamente que lo que vemos es en realidad la representación de un código, de un lenguaje.

Esta noción que nace de la magia y del arte –donde decir es mover una fuerza psíquica, que puede volverse física– ha sido finalmente aprehendida por la neurociencia en las últimas décadas, descubriendo que para el cerebro humano escuchar una historia es prácticamente lo mismo que vivirla –tal es el poder de la narrativa. Y ahora no son sólo los neurocientíficos que estudian las nueronas espejo o las compañías de neurormarketing las que están interesadas en estudiar “la neurobiología de las narrativas”, la misma DARPA, la agencia de tecnología militar de Estados Unidos co-responsable del Internet, recientemente mostró interés por entender –y cuantificar– los mecanismos con los que operan las narrativas. Los militares y los agentes secretos se han infiltrado a la clase de literatura.

DARPA, que maneja miles de milones de dólares para desarrollar tecnología de punta de lanza, sostuvo la conferencia Narrative Networks (N2): The Neurobiology of Narratives, como parte de un programa interesado en medir los efectos de contar historias en el ser humano. El coronel William Casebeer, quien presidió esta conferencia, dijo: “Si fuera apostador diría que hay ciertas historias que pueden ser adictivas y, neurobiológicamente hablando, no tan distintas de inhalar un poco de cocaína”. (¿Cómo que droga es la historia que tú te cuentas?). Leamos lo que piensa DARPA, con su característico lenguaje militar intrincado, de los efectos de las narrativas:

“El impacto de las narrativas en la psicología humana abarca desde qué eventos recordamos con mayor facilidad hasta nuestras decisiones sobre importantes conductas fundacionales que definen nuestro grado de confianza en los demás. Ya que el cerebro humano es la causa próxima de nuestras acciones, las narrativas tienen un impacto directo en los procesos neurobiológicos de los receptores y de los emisores. Entender como las narrativas informan los procesos neurobiológicos es crítico si queremos determinar que efecto tienen las narrativas sobre la psicología y la neurobiología de las decisiones humanas y sus comportamientos, y pueden asistir en todo lo que va desde explorar cómo el trastorno de estrés post-traumático es influenciado por la repetición del evento hasta entender los pensamientos y sentimientos de otras personas”.

De maner un poco obtusa, DARPA parece descurbir que las narrativas son sentimientos encapsulados con los cuales una persona puede empatizar y por otro lado que las narrativas actúan directamente sobre las neuronas, afectando los procesos neurales con los que se decide hacer algo –y no otra cosa.

Evidentemente el interés de DARPA es poder aplicar esto en el campo de batalla –y no holgarse en los fascinantes misterios de la mente humana. Casebeer nota que una narrativa convincente puede sellar la resolución de un bombardero suicida y sugiere que desarrollar “estrategias de contra-narrativa” pueden ayudar a “desmotivar tales ataques”. DARPA formula esta posible aplicación de manera supuestamente humanitaria: la neurobiología de las narrativas puede ayudar a “prevenir” que personas “atenazadas por una narrativa” hagan “daño intencionalmente a los demás”. Es decir, pueden ayudar a que terroristas que participan en la narrativa del “jihad” (la guerra santa) dejen de verse programados por esa narrativa, posiblemente al aplicar una “contra-narrativa”. Pero esto no es para nada nuevo, es parte de lo que la CIA llama “psy-ops”, operaciones psicológicas. Y, por supuesto, es parte primordial del sometimiento en el que tiene Estados Unidos a sus ciudadanos, con la llamada guerra del terror, la cual es fundamentalmente una narrativa que cuenta con una panoplia de medios para desdoblar su drama; principalmente, el cine, la TV, los diarios y el simulacro político. Uno de los efectos neurobiológicos de esta narrativa es que los ciudadanos de Estados Unidos aceptan con mayor facilidad pagar miles de millones de dólares con sus impuestos para fondear guerras en lejanos países árabes.

Si bien DARPA parece proceder con cierta torpeza en el terreno de la narrativa –después de todo el arte del lenguaje no es lo suyo–, numerosas empresas de neuromarketing ya ganan millones de dólares entregando información a grandes corporaciones sobre cómo reaccionan los cerebros de las personas a sus programas, anuncios y productos.

El neuroeconomista, Paul Zak, quien atendió a la conferencia de DARPA sobre la neurobiología de la narrativa, ha realizado estudios en los que ha detectado que ver una historia sobre un niño de 4 años que tiene cáncer terminal incrementa el nivel de oxitocina en el cerebro un 47%, en comparación com una pelicula emocionalemente neutral.

Una de las formas en las que funcionan las narrativas, expuesta en el ensayo Escritores del Cielo en Hades, de Aeolus Kephasque publicamos en Pijama Surf, es a través del efecto de empatía de las nueronas espejo que se genera con la lectura de un texto: al leer algo, al igual que cuando vemos a alguien hacer algo, nuestra mente repite ese acto sobre el que leemos –es por eso que la pornografía puede ser tan adictiva, ya que literalmente en nuestro cerebro estamos teniendo sexo. Esto es altamente significativo ya que, en mayor o menor medida, todo lo que vemos, escuchamos y leemos nos está programando, nos está haciendo hacer lo que hace en la mente. Todo lenguaje es programación.

Tres autores entrañables, por lo menos, han hablado sobre esto. William Blake dijo  ”Si no quiero ser esclavo del sistema de otro hombre, debo de crear mi propio sistema”. Terence Mckenna: “Si no tengo un plan propio, seré parte del plan de otra persona”. Y Douglas Rushkoff “Programa o sé programado”. O lo que es lo mismo si no escribo mi propia narrativa seré parte, y probablemente padeceré, la narrativa de otra persona (o entidad como DARPA o algo aún más escabroso).  Y como broche de oro, Alan Moore: “El gran acto mágico es decidir si vas a vivir en tu propia ficción”.

Según algunas versiones esotéricas y hasta evolucionistas, el universo es por naturaleza predatorial; podríamos imaginar una serie de narrativas, tantas quizás como seres en el universo, tratando de imponerse las unas sobre las otras (en este sentido, como bien notó John Lilly, toda relación es un intercambio o una imposición de narrativas, una programación). Algunas de ellas  con la fuerza de eones narrándose hasta el punto de que se vuelven parte del “ADN” de una especie e incluso del campo de información de todo un planeta.

Tal vez lo que la cultura moderna ha llamado “La Matrix” no sea más que una narrativa especialmente apta para repetirse por una gran cantidad de entidades. Puede que su aptitud no necesariamente tenga que ver con su riqueza narrativa, sino con que se sabe adaptar a la neurobiología de su audiencia. Con que es tan fácil de repetir.

Pero entonces para escapar de la Matrix, escapar de la realidad consensual, de lo que Phillip K. Dick llamó “La Prisión de Hierro Negro”, tal vez solamente sea necesario dejar de repetir esa narrativa. Repetirnos que el mundo es así –y no de otra forma– y que nosotros somos una persona, con un nombre y con una historia determinante.

¿Pero acaso esto no entra en conflicto con la idea de escribir nuestra propia narrativa? Este deseo de ser nosostros mismos, de crear nuestra propia realidad, de escribir sobre el cielo nuestro código.

En la película The Imaginarium of Dr. Parnassus de Terry Gilliam un grupo de monjes budistas en un templo en las montañas cuenta incesantemente una historia (la historia eterna), bajo la creencia de que si interrumpen esa historia el universo se acabará. El diablo interrumple la historia y congela el tiempo para probar que esto es equivocado, que el universo sigue. Parnassus dice entonces que hay alguien en algún lado que está contando una historia –y que si no lo hubiera el universo no se sostendría.

¿Qué sucede si dejamos de contar nuestra historia, entra la historia de otro, alguien más que sostiene al universo? Una manera de verlo es que cuando dejamos de contar la historia que nos hemos contado desde nuestra realidad colectiva programada culturalmente, entra nuestro propio programa, el de nuestra historia individuada, que no necesita que nos la contemos, puesto que alguien en algún lugar del universo –quizás en todo el universo– la está contando. Dejamos de describir lo que vemos para verdaderamente ver, para ser nuestra historia (ver algo verdaderamente es convertirnos en lo que vemos: el ojo es el sol).

¿Pero entonces cómo es posible que escribamos nuestra propia historia y que seamos nosotros mismos, si hay alguien más que cuenta nuestra historia? ¿Y quién sería ese alguien? Esto es un poco complejo y solamente  tenemos la intuición para entenderlo, pero parte de la hipótesis de que sólo la persona individuada (en términos de Jung), que se desprende de la colectividad para afirmarse a sí misma, puede acceder a la totalidad, a la mente universal. Es decir, paradójicamente, para ser todos, para convertirte (otra vez) en el universo, antes tienes que ser tú, ser uno. Aquel que se desprende de la narrativa colectiva entra en la narrativa individual –que es la narrativa universal, flamante de arquetipos cósmicos– y  escribe su propia historia pero lo hace con la pluma del universo. El mundo no es ficción, es metaficción.

“Una vez que reconozco que soy el soñado, se vuelve más fácil respirar. Nada que hacer, hacer, hacer, sólo observar y disfrutar”, comenta Kephas.

Existe una resistencia a ser el soñado; todos queremos tener nuestra propia realidad y ser los que sueñan. Ser autores de nuestra gran obra. ¿Pero por que no considerar que la persona a la cual tanto nos apegamos –este nombre y este cuerpo– no es más que el sueño, más que la narrativa de otro ser?… De un inmenso diletante que llena el espacio con su  tinta onírica, un pulpo holográfico de infinitos tentáculos, un ser  –el otro, el mismo–que sólo observa la divinidad en un espejo transparente. Un ser a través del cual te observas.

vía Modern Mythology

Fuente: pijamasurf